sábado, 1 de diciembre de 2012

La Racionalidad de la Fe

Por Douglas Jones

…Se nos dice que la razón y la fe están en conflicto, que son dos medios contrarios para adquirir conocimiento. La razón, en este sentido largo, es el conjunto de reglas del pensamiento que deberíamos usar para evaluar y extender nuestras creencias, exiliando las absurdidades, contradicciones, y afirmaciones no fundamentadas. La fe, en contraste, es el rechazo de estas reglas más altas del pensamiento, para abrazar ciegamente los dictados de la autoridad y deleitarse en absurdidades. O así va la cosa.

En consecuencia, los no cristianos a menudo acusan a los cristianos de irracionalidad por darle una posición a la fe, y muchos cristianos a menudo rechazan cualquier posición para la razón y hacen de la irracionalidad (“fe”, como ellos lo ven) el sello distintivo de la religión cristiana. Pero parece que estos puntos de vista son erróneos, y su equivocación común es que deforman la racionalidad.

¿Qué es la racionalidad? Muchas teorías tenemos a disposición. Por ejemplo, unos defienden que la racionalidad es elegir los mejores medios para un fin deseado. Pero esto rápidamente se convierte en algo inmanejable – podríamos hacer cualquier acción racional haciendo de ésta misma el fin deseado. Pienso que otra definición de la racionalidad ayuda más. Podemos llegar a un acuerdo más amplio si entendemos la racionalidad, en un sentido básico, como el conformarse las creencias y las acciones de alguien a las reglas más altas de la verdad. El aspecto de “conformarse” retiene la habilidad de excluir absurdidades, aquellas cosas que violan las reglas más altas de la verdad. El aspecto de “más altas” nos dirige en última instancia a aquellas normas que sirven como el tribunal de apelación final, aquellas que tienen derecho a veto sobre todas las demás reglas. El aspecto de “verdad” indica a la naturaleza del mundo, a la realidad y no nuestras imaginaciones. La realidad determina la racionalidad. Una persona racional es, entonces, la que vive de acuerdo a las reglas supremas de la verdad.

Cuando algún no cristiano afirma que sigue la “razón” y que rechaza la “fe”, su objetivo es obedecer las reglas de la verdad que gobiernan la realidad, puede que algo como las leyes de la lógica o los métodos científicos o algo así. Puede imaginarse que está haciendo algo completamente diferente a la persona devotada al Dios cristiano, pero en realidad, los dos siguen el mismo procedimiento. Ambos buscan obedecer las normas más altas de la verdad. La fe cristiana no nos pide actuar ciegamente, buscando ir en dirección contraria a la realidad. Busca seguir el mismo procedimiento que la persona devotada a la racionalidad, a pesar de que claramente estos dos apelan a criterios últimos contrarios.

Para ver esto mejor, consideremos el caso de Abraham, aquel anciano padre del judaísmo y del cristianismo. En la disputa tradicional sobre la razón y la fe, Abraham seguramente sería clasificado como un modelo de fe. La Biblia nos dice que Dios llamó a Abraham suyo y le prometió descendientes y una tierra, aunque Abraham era entonces falto de hijos, y las tierras estaban ocupadas por gente poderosa y hostil. Pero contrario a toda la evidencia preponderante de que no hay mucha probabilidad de descendientes si a ti mismo te falta un hijo, y contrario a toda la evidencia en contra a que un viejo hombre solitario venciera una hueste de armadas hostiles, Abraham creyó en el Señor (Génesis 15:6). Años después, cuando el Señor finalmente declaró el futuro embarazo de su mujer, aunque esta se acercaba a los cien años de vida, Abraham creyó, confiando en la promesa de Dios, contrario a las opiniones expertas de que las personas que han pasado del período de poder tener hijos pudieran tener hijos. Más tarde en la vida de Abraham, después del nacimiento de su durante mucho tiempo prometido hijo, Dios incluso le dirigió a Abraham a ir a una excursión para sacrificar a aquel mismo hijo, a Isaac. Pero en vez de ser “racional” así como unos lo entienden, explicándole a Dios que los cadáveres no hacen a uno un buen padre de muchos descendientes, Abraham tuvo fe, creyendo en la absurdidad de que Dios era capaz de resucitar a su hijo de entre los muertos para cumplir su promesa de los muchos descendientes.

En todo esto, Abraham demostró a ser un modelo de fe. Pero desde una perspectiva no cristiana, Abraham, en cada paso que daba, era extremadamente irracional y probablemente peligroso para la sociedad. (Los trabajadores sociales seguramente hubieran estado inquietos por esta pequeña excursión con Isaac.) Las conclusiones de Abraham seguramente serían opuestas con aquellas recomendadas por nuestra comunidad científica reconocida. Desde este punto de vista no cristiano, Abraham, como modelo de fe, es también un modelo de irracionalidad.

Pero dada la comprensión de la racionalidad discutida antes – conformar nuestros pensamientos y acciones a las reglas más altas de verdad – Abraham no fue irracional lo más mínimo. Si la cosmovisión de Abraham es correcta, entonces el Dios de Abraham reina como el criterio de verdad muy por encima de cualquier explicación ayudadora de los filósofos y científicos. En la realidad bíblica, no hay normas de pensamiento que estén sobre y por encima de las normas de la persona suprema de Dios. Más aún, si esta visión es correcta, entonces Abraham no es solo un modelo de fe sino también un modelo de racionalidad, un “racionalista” devotado, conformando su vida a las reglas más altas de verdad. Abraham hubiera sido estúpido y supremamente irracional para creer lo contrario de la promesa de Dios.

Así que, al final, la supuesta hostilidad entre la razón y la fe se disuelve de manera interesante. La fe y la razón no son enemigas, sino idénticas. Ambas buscan conformarse a las normas más altas de verdad. Y, como ya hemos visto antes, aunque los no cristianos profesan obedecer sus propias supuestas normas de verdad, ninguno de ellos lo hacen fielmente. Todos actúan como si la visión cristiana de la realidad es verdadera, mientras lo niegan. Esa es la verdadera irracionalidad. Esa es verdadera fe ciega. En marcado contraste, el cristianismo rechaza la fe ciega y nos llama a arrodillarnos delate del Dios cristiano, del Dios de Abraham, Isaac, y José – el criterio supremo del pensamiento y de la vida, a quien toda persona racional debería conformarse.

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Extracto de Why and What: A Brief Introduction to Christianity.

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